Bill Gates deja Microsoft
Microsoft sin Gates; Gates sin Microsoft
Por: David Kirkpatrick y Brent Schlender
Hay muchas razones para creer que la salida de Gates (y de Jeff Raikes, un veterano de la empresa) no es del todo oportuna. Bajo la batuta de Ballmer, Microsoft fracasó en su intento por adquirir Yahoo. El lanzamiento de la última versión de Windows, el sistema Vista, fue un desastre. Además está Apple, llenando el mercado con sus iPod, iPhone e iMac. Mientras, el resto de la industria del software impulsa sus productos mediante la publicidad –como Google- o rentándolos como servicios online, y Microsoft aún tiene que trabajar mucho para competir en esos dos negocios.
A pesar de estos contratiempos, a pesar de Google, Microsoft es hoy más fuerte que nunca. Sólo veamos los números: sus ingresos crecieron un 18% al término del año fiscal, y sus ganancias netas aumentaron un 27% hasta alcanzar los 18,000 millones de dólares (mdd). No hay duda de que Ballmer quiere una Microsoft tan agresiva como la de Gates.
Llenar el vacío
Para todos los efectos prácticos, la era post-Gates ya ha iniciado. Bajo una cuidada planeación, Gates fue delegando responsabilidades desde hace tiempo. Para ello tuvo que encontrar a alguien que lo reemplazara como experto planificador de productos y como estratega tecnológico. Para ‘llenar esos zapatos’ fue necesario dividir el trabajo: Ray Ozzie (mejor conocido como el padre de Lotus Notes) sería su sucesor como arquitecto jefe de software y Craig Mundie heredaría las responsabilidades técnicas y de investigación en Microsoft.
Ballmer también ha procurado rodearse de un grupo de avezados especialistas: Kevin Johnson, quien ahora dirige Windows y los servicios online; Stephen Elop (sucesor de Jeff Raikes) bajo la división de Negocios; Bob Muglia, jefe de la división de Servidores; y Robbie Bach, responsable de la división de Entretenimiento y Dispositivos.
Los retos
Los desafíos que Microsoft encara son enormes. A esa escala, crecer significa hacerle frente a la ley de las cifras estratosféricas. Si Ballmer desea aumentar un 15% los ingresos de la empresa para el 2009, ésta tendrá que conseguir 4,000 mdd en ingreso operativo bruto. ¿Ante esas dimensiones, podrá Microsoft seguir creciendo? Wall Street lo duda. Según los analistas, el crecimiento de sus ganancias bajará el ritmo en los próximos dos años, mientras que el precio de las acciones de Microsoft no ha cambiado mucho en 6 años.
La razón de más peso que tiene Microsoft para alcanzar ese deseado desempeño es que el monopolio de su sistema operativo Windows sigue siendo muy rentable. Además, la empresa está decidida a aumentar su presencia global (actualmente, dos terceras partes de sus ingresos provienen del mercado extranjero) ante el gran apetito que el mundo tiene por su software -mercados emergentes como Europa Central y del Este, Latinoamérica, Vietnam e incluso Rusia.
Otro punto es su rivalidad con Google, cuyo aplastante dominio en la publicidad online continúa dándole dolores de cabeza a Microsoft. ¿Por qué preocuparse tanto por posicionar Windows Live Services -que representa sólo el 6% de los ingresos de la compañía- frente a Google? Por el negocio del mercado online. De allí que la fallida compra de Yahoo significara perder la oportunidad de atraer un tráfico valioso: los consumidores en línea.
Recuperar el honor
La lucha contra Google se por crecer a nuevos mercados, pero la pelea contra Apple es cuestión de honor. Según el ranking de marcas con mayor reputación global realizado por CoreBrand, Microsoft ha caído del puesto 11 -que ocupaba el 2004- al puesto 59 este año.
Pero el gigante del software tiene muchas esperanzas puestas en la próxima versión de su sistema operativo, el Windows 7, que aparecerá en el 2009. Está diseñado para el sistema de la PC sea sólo una parte de una experiencia más amplia que incluya teléfonos celulares y la Red. Los tres productos –Windows 7, Windows Mobile y Windows Live- tendrán una estrecha relación.
Esas son las esperanzas, ¿pero podrá Microsoft mantener esa ambición visionaria sin Bill Gates? Según dicen, Ballmer es incluso más competitivo que aquél, y quizá esa es la razón principal que explica por qué Gates invitó a su viejo amigo de Harvard a formar parte de Microsoft allá en 1980.
Gates sin Microsoft
Bill Gates, admitámoslo, es muy diferente a nosotros. Ante todo, este millonario ha sido siempre un utopista. Bajo su visión, los problemas más espinosos del mundo pueden resolverse si aplicas suficiente inteligencia. Luego, lo que más codicia es el conocimiento.
Para algunos, su riqueza y famoso oportunismo lo convierten en un príncipe del capitalismo monopólico. Pero este barón del dinero está dispuesto a erradicar la malaria y a donar toda su fortuna. Y es justo ese altruismo lo que le exige más tiempo y esfuerzos, así que abandona su cargo como capitán de Microsoft.
Esta búsqueda del bien común es comprensible en una persona con su historia y su capacidad intelectual, pero hay un motivo más egoísta detrás del ‘retiro’ de Bill Gates: por primera vez en 33 años, desde que dejó Harvard y fundó Microsoft, este hombre tendrá tiempo para satisfacer lo que su padre llama “una curiosidad de talla mundial.”
Sus amigos más cercanos se preguntan cómo aprovechará esta nueva libertad. “Él no sabe bien hacia dónde se dirigirá su mente. Observar lo que hará será, para mí, no sólo fascinante sino gratificante” afirma su amigo Warren Buffett. “Es una de las mentes empresariales más brillantes de todos los tiempos, y eso no se puede extinguir. Creo que no hemos visto aún la última idea de negocios de Bill Gates” opina Nathan Myhrvold, ex jefe de Investigación y Desarrollo en Microsoft.
¿Qué hará?
Bill Gates tendrá tres oficinas: una en Redmond, sede de Microsoft, la segunda en la Fundación Gates en el centro de Seattle, y la tercera ubicada entre ambos puntos. Repartirá su tiempo en cada sitio: un día en Redmond, dos días en la Fundación y dos más en su despacho personal, que él cree será su verdadero centro de gravedad.
El cambio más importante será, desde luego, su carga de trabajo en Microsoft. Permanecerá como presidente y opinará aquí y allá. “Además de las reuniones del consejo y el seguimiento a proyectos, la única cosa que haré será visitar algunas empresas cuando esté de viaje en países en vías de desarrollo. O si hay algún reconocimiento especial para un miembro de la empresa, iré y lo entregaré. Pero eso es todo” afirma Gates.
Su trabajo en la fundación será todo lo opuesto, como estratega en jefe de la organización está ocupado todo el tiempo con ideas, especialmente científicas. A diferencia de otros benefactores, Gates no se conforma con querer erradicar la malaria y el sida, desea comprender la inmunología, aprender cómo pueden alterarse genéticamente las plantas para mejorar su resistencia o conocer las leyes que discriminan a la mujer en los países del tercer mundo.
Como parte de ese nuevo empleo, Gates tendrá que ejercer presión sobre gobiernos y empresas para que ayuden a los más desfavorecidos: “Tengo la ventaja de poder llegar a los grandes corporativos y pedirles no sólo que den dinero, sino que ofrezcan su poder de innovación” afirma. Y agrega “Tengo que dedicarle tiempo a hablar con empresas farmacéuticas, tecnológicas, de telefonía móvil, bancos y todas aquellas personas que tienen la suerte de poseer superfortunas para preguntarles cómo quieren devolver ese dinero a la sociedad.”
Madurando con la edad
En sus años de juventud, el idealismo de Gates se manifestaba cubierto de obstinación y superioridad, de una audacia atípica y poca paciencia. Aún no pierde esa inclinación hacia la arrogancia intelectual, pero su trabajo filantrópico le da constantes lecciones. Después de todo, no es ni genetista ni microbiólogo… así que con la edad Gates ha aprendido reconocer que no lo sabe todo o que está equivocado.
Esa madurez explica la necesidad de satisfacer su curiosidad intelectual. Está en su naturaleza leer y aprender de manera sistemática. Esas ganas por ampliar sus conocimientos y su capacidad para absorber las ideas han beneficiado tanto a Microsoft como a la Fundación.
Y es justo la tercera oficina, equidistante entre Redmond y Seattle, el lugar donde Gates dará rienda suela a sus pensamientos. Se centrará en cuestiones relacionadas con su labor humanitaria, pero también pasará tiempo con los profesionales e inventores de Intellectual Ventures, un laboratorio de ideas para descubrir nuevas tecnologías patentables que ayuden a los más necesitados.
Su lugar en la historia
Es demasiado pronto para juzgar el legado de Bill Gates. Sólo tiene 52 años y sus hijos son aún pequeños. No sabemos qué piense el propio Gates sobre esto, pues no le gusta hablar de sí mismo. Buffett, que lo conoce bien, dice que Gates tendrá que buscar la manera de evaluar sus logros sin recurrir la participación de mercado o a los dólares. Y piensa que el genio de Microsoft querrá que lo recuerden más por su Fundación que por el software.
Aún así, lo que hizo en Microsoft no es fácil de superar. “Llevar la computadora personal a millones de gentes ha transformado el mundo de una manera positiva. Incluso antes de que veamos lo que su fundación ha hecho por África y por los pobres, él ya ha hecho más por el bien de todos que cualquiera de nosotros” apunta Myhrvold.
Por: David Kirkpatrick y Brent Schlender
Tres meses atrás, Steve Ballmer, actual presidente y CEO de Microsoft se dirigía a los altos directivos de la empresa diciéndoles “Bill y Jeff han sido mi estrella polar y mi estímulo. Ahora tendré que depender de todos ustedes para apoyarme.”
Hay muchas razones para creer que la salida de Gates (y de Jeff Raikes, un veterano de la empresa) no es del todo oportuna. Bajo la batuta de Ballmer, Microsoft fracasó en su intento por adquirir Yahoo. El lanzamiento de la última versión de Windows, el sistema Vista, fue un desastre. Además está Apple, llenando el mercado con sus iPod, iPhone e iMac. Mientras, el resto de la industria del software impulsa sus productos mediante la publicidad –como Google- o rentándolos como servicios online, y Microsoft aún tiene que trabajar mucho para competir en esos dos negocios.
A pesar de estos contratiempos, a pesar de Google, Microsoft es hoy más fuerte que nunca. Sólo veamos los números: sus ingresos crecieron un 18% al término del año fiscal, y sus ganancias netas aumentaron un 27% hasta alcanzar los 18,000 millones de dólares (mdd). No hay duda de que Ballmer quiere una Microsoft tan agresiva como la de Gates.
Llenar el vacío
Para todos los efectos prácticos, la era post-Gates ya ha iniciado. Bajo una cuidada planeación, Gates fue delegando responsabilidades desde hace tiempo. Para ello tuvo que encontrar a alguien que lo reemplazara como experto planificador de productos y como estratega tecnológico. Para ‘llenar esos zapatos’ fue necesario dividir el trabajo: Ray Ozzie (mejor conocido como el padre de Lotus Notes) sería su sucesor como arquitecto jefe de software y Craig Mundie heredaría las responsabilidades técnicas y de investigación en Microsoft.
Ballmer también ha procurado rodearse de un grupo de avezados especialistas: Kevin Johnson, quien ahora dirige Windows y los servicios online; Stephen Elop (sucesor de Jeff Raikes) bajo la división de Negocios; Bob Muglia, jefe de la división de Servidores; y Robbie Bach, responsable de la división de Entretenimiento y Dispositivos.
Los retos
Los desafíos que Microsoft encara son enormes. A esa escala, crecer significa hacerle frente a la ley de las cifras estratosféricas. Si Ballmer desea aumentar un 15% los ingresos de la empresa para el 2009, ésta tendrá que conseguir 4,000 mdd en ingreso operativo bruto. ¿Ante esas dimensiones, podrá Microsoft seguir creciendo? Wall Street lo duda. Según los analistas, el crecimiento de sus ganancias bajará el ritmo en los próximos dos años, mientras que el precio de las acciones de Microsoft no ha cambiado mucho en 6 años.
La razón de más peso que tiene Microsoft para alcanzar ese deseado desempeño es que el monopolio de su sistema operativo Windows sigue siendo muy rentable. Además, la empresa está decidida a aumentar su presencia global (actualmente, dos terceras partes de sus ingresos provienen del mercado extranjero) ante el gran apetito que el mundo tiene por su software -mercados emergentes como Europa Central y del Este, Latinoamérica, Vietnam e incluso Rusia.
Otro punto es su rivalidad con Google, cuyo aplastante dominio en la publicidad online continúa dándole dolores de cabeza a Microsoft. ¿Por qué preocuparse tanto por posicionar Windows Live Services -que representa sólo el 6% de los ingresos de la compañía- frente a Google? Por el negocio del mercado online. De allí que la fallida compra de Yahoo significara perder la oportunidad de atraer un tráfico valioso: los consumidores en línea.
Recuperar el honor
La lucha contra Google se por crecer a nuevos mercados, pero la pelea contra Apple es cuestión de honor. Según el ranking de marcas con mayor reputación global realizado por CoreBrand, Microsoft ha caído del puesto 11 -que ocupaba el 2004- al puesto 59 este año.
Pero el gigante del software tiene muchas esperanzas puestas en la próxima versión de su sistema operativo, el Windows 7, que aparecerá en el 2009. Está diseñado para el sistema de la PC sea sólo una parte de una experiencia más amplia que incluya teléfonos celulares y la Red. Los tres productos –Windows 7, Windows Mobile y Windows Live- tendrán una estrecha relación.
Esas son las esperanzas, ¿pero podrá Microsoft mantener esa ambición visionaria sin Bill Gates? Según dicen, Ballmer es incluso más competitivo que aquél, y quizá esa es la razón principal que explica por qué Gates invitó a su viejo amigo de Harvard a formar parte de Microsoft allá en 1980.
Gates sin Microsoft
Bill Gates, admitámoslo, es muy diferente a nosotros. Ante todo, este millonario ha sido siempre un utopista. Bajo su visión, los problemas más espinosos del mundo pueden resolverse si aplicas suficiente inteligencia. Luego, lo que más codicia es el conocimiento.
Para algunos, su riqueza y famoso oportunismo lo convierten en un príncipe del capitalismo monopólico. Pero este barón del dinero está dispuesto a erradicar la malaria y a donar toda su fortuna. Y es justo ese altruismo lo que le exige más tiempo y esfuerzos, así que abandona su cargo como capitán de Microsoft.
Esta búsqueda del bien común es comprensible en una persona con su historia y su capacidad intelectual, pero hay un motivo más egoísta detrás del ‘retiro’ de Bill Gates: por primera vez en 33 años, desde que dejó Harvard y fundó Microsoft, este hombre tendrá tiempo para satisfacer lo que su padre llama “una curiosidad de talla mundial.”
Sus amigos más cercanos se preguntan cómo aprovechará esta nueva libertad. “Él no sabe bien hacia dónde se dirigirá su mente. Observar lo que hará será, para mí, no sólo fascinante sino gratificante” afirma su amigo Warren Buffett. “Es una de las mentes empresariales más brillantes de todos los tiempos, y eso no se puede extinguir. Creo que no hemos visto aún la última idea de negocios de Bill Gates” opina Nathan Myhrvold, ex jefe de Investigación y Desarrollo en Microsoft.
¿Qué hará?
Bill Gates tendrá tres oficinas: una en Redmond, sede de Microsoft, la segunda en la Fundación Gates en el centro de Seattle, y la tercera ubicada entre ambos puntos. Repartirá su tiempo en cada sitio: un día en Redmond, dos días en la Fundación y dos más en su despacho personal, que él cree será su verdadero centro de gravedad.
El cambio más importante será, desde luego, su carga de trabajo en Microsoft. Permanecerá como presidente y opinará aquí y allá. “Además de las reuniones del consejo y el seguimiento a proyectos, la única cosa que haré será visitar algunas empresas cuando esté de viaje en países en vías de desarrollo. O si hay algún reconocimiento especial para un miembro de la empresa, iré y lo entregaré. Pero eso es todo” afirma Gates.
Su trabajo en la fundación será todo lo opuesto, como estratega en jefe de la organización está ocupado todo el tiempo con ideas, especialmente científicas. A diferencia de otros benefactores, Gates no se conforma con querer erradicar la malaria y el sida, desea comprender la inmunología, aprender cómo pueden alterarse genéticamente las plantas para mejorar su resistencia o conocer las leyes que discriminan a la mujer en los países del tercer mundo.
Como parte de ese nuevo empleo, Gates tendrá que ejercer presión sobre gobiernos y empresas para que ayuden a los más desfavorecidos: “Tengo la ventaja de poder llegar a los grandes corporativos y pedirles no sólo que den dinero, sino que ofrezcan su poder de innovación” afirma. Y agrega “Tengo que dedicarle tiempo a hablar con empresas farmacéuticas, tecnológicas, de telefonía móvil, bancos y todas aquellas personas que tienen la suerte de poseer superfortunas para preguntarles cómo quieren devolver ese dinero a la sociedad.”
Madurando con la edad
En sus años de juventud, el idealismo de Gates se manifestaba cubierto de obstinación y superioridad, de una audacia atípica y poca paciencia. Aún no pierde esa inclinación hacia la arrogancia intelectual, pero su trabajo filantrópico le da constantes lecciones. Después de todo, no es ni genetista ni microbiólogo… así que con la edad Gates ha aprendido reconocer que no lo sabe todo o que está equivocado.
Esa madurez explica la necesidad de satisfacer su curiosidad intelectual. Está en su naturaleza leer y aprender de manera sistemática. Esas ganas por ampliar sus conocimientos y su capacidad para absorber las ideas han beneficiado tanto a Microsoft como a la Fundación.
Y es justo la tercera oficina, equidistante entre Redmond y Seattle, el lugar donde Gates dará rienda suela a sus pensamientos. Se centrará en cuestiones relacionadas con su labor humanitaria, pero también pasará tiempo con los profesionales e inventores de Intellectual Ventures, un laboratorio de ideas para descubrir nuevas tecnologías patentables que ayuden a los más necesitados.
Su lugar en la historia
Es demasiado pronto para juzgar el legado de Bill Gates. Sólo tiene 52 años y sus hijos son aún pequeños. No sabemos qué piense el propio Gates sobre esto, pues no le gusta hablar de sí mismo. Buffett, que lo conoce bien, dice que Gates tendrá que buscar la manera de evaluar sus logros sin recurrir la participación de mercado o a los dólares. Y piensa que el genio de Microsoft querrá que lo recuerden más por su Fundación que por el software.
Aún así, lo que hizo en Microsoft no es fácil de superar. “Llevar la computadora personal a millones de gentes ha transformado el mundo de una manera positiva. Incluso antes de que veamos lo que su fundación ha hecho por África y por los pobres, él ya ha hecho más por el bien de todos que cualquiera de nosotros” apunta Myhrvold.
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