El iPhone ¿acercará el conocimiento?

Por José Manuel Gómez-Soto

Quienes estudiaban informática en los 80 recordarán con nostalgia las microcomputadoras que conectaban a una grabadora portátil para usar una cinta de casete como soporte de memoria para sus programas de cómputo autodesarrollados. Quizá buena parte de las fortalezas que tiene México en el desarrollo de software tuvieron sus inicios en aquellos días, que finalizaron al llegar la estandarización vía Windows. El usuario se volvió pasivo frente a los códigos de programación.

Ahora, varios sucesos renuevan la oportunidad de que México dé un salto cualitativo en su sistema educativo, que podría generar una nueva era de desarrolladores en tecnologías de la información: los cambios en la distribución, el contenido y el uso del conocimiento, vía dispositivos móviles como el iPhone.

La amplia cobertura y los precios relativamente accesibles podrían ser el principio para que un maestro rural en la Selva Lacandona, en Chiapas, pueda dar clases de matemáticas auxiliado de un dispositivo móvil que tiene acceso a una aplicación pedagógica. O que un rarámuri, desde la sierra de Chihuahua, pueda consultar soluciones generadas en cualquier parte del mundo para sus problemas locales, como la erosión, la reforestación y la limpieza de agua.

¿Descabellado? Para nada. La experiencia nos muestra cómo, en comunidades apartadas del país, a donde la telefonía fija nunca llegó, las poblaciones indígenas dieron saltos cuánticos en la apropiación de tecnología con la llegada de los celulares. Hoy, cualquier persona puede tener a su disposición lo más sofisticado del conocimiento humano en tecnología, sin tener que moverse a Nueva York, a Tokio, o al DF.

Si ese dispositivo cuenta, además, con capacidad de cómputo, puede tener aplicaciones que resuelvan problemas como un diccionario castellano-chol, tzeltzal-mixteco, zapoteco-náhuatl, inglés-náhuatl o francés-zapoteco, que permita la comunicación entre las distintas lenguas que se hablan en el país y/o con lenguas extranjeras.

O un sistema que calcula la mínima distancia entre veredas en alguna parte de la Huasteca o una aplicación que le enseñe a un niño a sumar, dividir y multiplicar.

Dispositivos como el iPhone, que sólo consume unos cuantos watts de electricidad, con un ambiente de programación que ha evolucionado en dos décadas, heredado de la computadora NeXTstep, puede ser el principio de una nueva forma de generar y distribuir el conocimiento.

Otro ejemplo son los asistentes digitales personales (pda). No es novedad que dispositivos móviles sean vehículos educativos. En Estados Unidos, la idea de iTunes on Stanford, por ejemplo, ha aprovechado el uso masivo de los reproductores de música como el iPod para extender sus posibilidades educativas.

Si esta idea se lleva a la siguiente generación de dispositivos que además tienen capacidad de cómputo y comunicación, se obtiene una nueva dimensión para la distribución de conocimientos.

Así como el celular tiene su verdadera utilidad en lugares donde la orografía es accidentada, ya sea la sierra o el desierto, de esa misma manera debemos involucrarnos en el siguiente paso tecnológico de las comunicaciones y la computadora móvil, para convertirnos en viajeros digitales que lleven el conocimiento a todos lados.

Esto es sólo el inicio, además del iPhone, surgirán otros cuya competencia ofrecerá la oportunidad de tomar las mejores opciones, no hay duda de que la carretera digital será cada vez mejor, a precios más bajos y con mayores potencialidades.

La verdadera tarea es comenzar a trabajar en los contenidos y las aplicaciones que deseamos viajen digitalmente por todo el país. Lo único que hace falta para lograrlo es voluntad. ¿Qué pasaría si de repente alguna fundación como la de Telmex o de alguna otra empresa decidiera experimentar? Sin duda, los resultados no tardarían en llegar.

El autor es doctor en ciencias e investigador de la Universidad La Salle.
Comentarios: opinion@expansion.com.mx

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Franklin EVDO USB Modem Review - CDU 680