b:secure - La temperatura en el salón-bodega era insoportable. La falta de ventanas o grandes espacios limitaban la ventilación del lugar, y aunque la temperatura no pasaba de los 25 grados centígrados, para muchos de los asistentes el calor y lo sofocado del lugar era reflejo de cuerpos derretidos, al menos en sudor. Cuando el calor pasaba, porque una brisa de aire lograba escaparse y entrar hasta el escenario, la tranquilidad del momento se esfumaba con el movimiento de una mano o el sacudir del cuerpo, en busca de alejar a las cientos, “miles” decían algunos, de moscas que volaban dentro del auditorio. Y si bien, su naturaleza o mera existencia no era la de molestar, y aun así lograban el cometido de desesperar hasta al más paciente de los asistentes. Pero permanecieron, todos y cada uno de los visitantes, resistieron el calor, los zumbidos y las decenas de cosquilleos que aterrizaban sobre sus cuerpos. Ninguno cedió, pues para muchos la posibilidad de ver en persona a Kevin Mitnic